El gato que voló de ‘mochilero’ a Senador

Laureano Acuña se presenta como "el senador de los pobres". Para sus críticos es "el mejor comprador de votos" del Atllántico. Fotos: tomadas del twitter de Laureano Acuña.
El senador Laureano Acuña no multiplica panes ni peces sino votos. Cuando en el 2000 llegó por primera vez al Concejo de Barranquilla, convirtió el cemento, los bloques y las tejas que le habían dado sus jefes políticos, para repartirlos y conseguir tres mil apoyos, en 8.400 sufragios que lo volvieron el tercer concejal más votado de la ciudad. Diez años después, cuando debutó a la Cámara, alcanzó la segunda votación del país, apenas por debajo del líder liberal Simón Gaviria. Y en 2014, en su llegada al Senado, fue el cuarto más votado de la lista conservadora a nivel nacional por encima de caciques como Hernán Andrade.
Le dicen ‘el gato volador’, pero no por su capacidad de volar por encima de otros políticos con más experiencia, sino porque a los cuatro días de haber sido elegido por primera vez concejal se le ‘voló’ al grupo que lo apoyó: el del poderoso Roberto Gerlein, el senador más viejo del Congreso.
Además, entonces estaba de moda en la Costa el famoso reggaetón:
Hago como iguana, hago como mosquito, hago como pollito, hago como ballena, hago como vaca ‘muuuu’, pero ustedes lo que quieren es: ¡el gato voladoooooor!
Un gato muy volador que con apenas un año en el Senado y un periodo en la Cámara, en los que su mayor figuración nacional ha sido por haber aparecido en un video aparentemente pasado de tragos y negándose a hacerse la prueba de alcoholemia, ya tiene su nombre por los aires.
Está en el cielo del poder atlanticense, al lado de políticos profesionales, sinónimo de poderío costeño, como los Char, los Name y los Gerlein. Y sin venir de cuna de oro como ellos, sino de uno de los sectores barranquilleros más pobres.
Todo un cacique emergente, como lo contó La Caribe.
Cercanos al Congresista dicen que él es un orgullo y "un ejemplo" para los líderes barriales.
En la Barranquilla política dicen que Laureano Acuña ahora quiere ser Gobernador.
Evidencia de ello no sólo son las cuentas de sus votaciones, sino las apuestas que hoy lo tienen como protagonista de las regionales en este departamento.
Acuña está jugando por cinco cupos en el Concejo (uno de ellos para su hermano Edgardo, otro más por el Polo Democrático) y dos en la Asamblea (uno para su esposa, la actual diputada Merly Miranda, y otro para su ex asesor Estelio Amor) y por varias alcaldías del Atlántico, como la de Manatí.
Pero acaso su principal papel es que es una de las puntas de lanza del proyecto del exalcalde Álex Char, que quiere reelegirse y además poner un pie en la Gobernación con el liberal Eduardo Verano.  
Desde su orilla conservadora, el gato volador puso su estructura al servicio del vargasllerista Char y de su fórmula, y sobre todo le está ayudando al charismo impulsando a su carta en el estratégico municipio de Soledad: el candidato de Cambio Radical Joao Herrera.
Como lo contó en detalle La Silla, Soledad es conocida por ser “la capital mundial del fraude”, debido a que en las legislativas suele ser el sitio en el que más tarde cierran los escrutinios para cuadrar “la caja nacional de Senado”. Por ejemplo, si a un Senador X le hacen falta unos votos para alcanzar su curul, le pueden aparecer por arte de magia en Soledad, no importa de qué parte del país sea el candidato.
Por lo anterior, este pueblo vecino a Barranquilla es un cofre con oro para cualquier político.
Y en las legislativas del año pasado, Laureano Acuña se graduó como uno de sus mandamases, al obtener uno de cada 10 votos allí (fue el Senador más votado en Soledad con 11.240 apoyos en total).
Su acelerado ascenso es visto con interés por sus aliados, con desconfianza por los políticos tradicionales a los que empezó a quitarles espacios y con dudas por analistas, como los de la Misión de Observación Electoral.
“Nos llama la atención el crecimiento exponencial de sus votaciones porque no observamos correlación entre su labor y el hecho de que se haya convertido en el político más exitoso del Atlántico en los últimos años. Nos han llegado muchas denuncias sobre su supuesta capacidad para comprar votos, pero no podemos hacer señalamientos sin pruebas”, nos dijo respecto a este senador azul el director de la MOE en Barranquilla, Diógenes Rosero.
¿Cuál será el secreto del gato volador para estar volando tan alto? En su historia de vida está buena parte de la respuesta.
Con un año en el Senado y apenas un periodo en la Cámara, Acuña se convirtió en uno de los políticos más exitosos de los últimos años en el Atlántico.
De ‘líder’ alumno de Gerlein y Char a “taquillero mayor”
Laureano Augusto Acuña Díaz es considerado en la Barranquilla política como el alumno más aventajado de Roberto Gerlein, el senador que rompió todos los récords de permanencia en el Congreso al que llegó como representante hace 47 años.
Aunque la verdad que señala la reportería sobre esta historia es que en realidad el gato volador siempre ha tenido un pie en el grupo de Gerlein y otro en la casa Char, el clan más poderoso de la región.
Bachiller con 40 años cumplidos, Acuña fue ‘líder’ de barrio (o ‘mochilero’, que es como les llaman en Barranquilla a esos militantes de base de los políticos, encargados de cuadrar ayudas y bucear apoyos por las barriadas) en ambos movimientos que son una verdadera universidad de la política, la clientela y la búsqueda de votos.
Evidencia de ello, en el Atlántico sobra decirlo, son las redes de ‘amigos’ agradecidos por favores y las altas votaciones que casi siempre han registrado los dos grupos a lo largo de décadas. En el departamento es una verdad sabida, por ejemplo, que los Gerlein fueron los creadores del famoso TLC (tejas, ladrillos y cemento) a cambio de votos. Y que la Alcaldía que manejan los Char hoy es usada para conseguirle apoyos a la reelección de Álex Char, como lo contó La Caribe.
El gato conoció primero a Gerlein. Lo hizo de la mano de su padre, Laureano Acuña Torres, un campesino proveniente del pueblo de San Marcos (en Sucre), quien ha sido uno de los principales líderes barriales del gerleinismo en la popular zona suroccidental de La Arenosa.
Laureano papá era hijo de Justiniano y cuando se casó con la también campesina Elvia Díaz bautizó a su primer hijo como Máximo. Los patriarcas de la familia eran, ya lo sugieren sus nombres, godos pura sangre y admiradores de la historia de Roma.
El viejo Laureano, que al salir de su pueblo trabajó como celador, como perforador de pozos y como tendero, se mudó a Barranquilla con su esposa hace medio siglo. Y allí, en las polvorientas calles de unas invasiones que hoy se conocen como los barrios Santa María y Santo Domingo, conoció y se hizo amigo de los Gerlein que iban hasta allá, cómo no, buscando votos.  
Jorge Gerlein, que hoy está retirado pero alcanzó a ser concejal, diputado y fórmula al Congreso de su hermano el senador Roberto, era entonces el más reconocido del grupo por su trabajo político y su capacidad para armar la clientela y organizar los líderes que luego se convertían en filas hacia las urnas.
“Le decían ‘el bulldozer’ (la máquina de trabajo que con su pieza delantera se abre camino removiendo obstáculos)”, recuerda el concejal Máximo Acuña, hermano mayor del gato volador, quien hoy hace política aparte con un movimiento propio en el Partido Liberal.
Laureano Acuña fue clave en la Costa para la reelección de Santos. Aquí con él en tarima.
Primero de cuatro hermanos (el senador Laureano es el menor), Máximo también fue el primero de la familia en entrar al gerleinismo con su papá, a quien ayudaba a conseguir apoyos para los Gerlein entre los vecinos a cambio de tubos para agua en el barrio, materiales para construcción, pavimento en una calle, un puesto de salud.
Máximo, que desde los 10 años supo lo que era organizar y repartir camisetas con propaganda a sus vecinos, dice que entre él y su padre el viejo Laureano les conseguían hasta dos mil votos por elección a los Gerlein en la zona suroccidental. Laureano hijo era entonces un niño.
Los Acuña llegaron a tener una de las pocas tiendas de su sector y una pequeña fábrica de bloques, tejas y cemento, que les trajeron mejores vientos a la familia.
Máximo entró a estudiar Derecho a la Universidad del Atlántico y a fines de los 80 decidió que iba a ser liberal y se unió al grupo Voluntad Popular del barón electoral Fuad Char, que en ese momento ya había sido gobernador por encargo. Se convirtió en su ‘líder’ de la zona para muchas elecciones (fue clave, dice él, para conseguirle votos allí al ex gobernador Gustavo Bell, que apoyaron los Char), y en la contraparte de su padre, que siguió siempre con los Gerlein.
Vía esa alianza de Máximo con los Char, Laureano Acuña Díaz ‘el gato’ consiguió su primer trabajo. Como se la pasaba en la calle con sus amigos del colegio y diciendo que no tenía plata, un día su hermano mayor le entregó una planilla (de esas que usan todos los líderes de barrio y las campañas para tratar de contabilizar los apoyos que se volverán votos) y le ordenó llenarla con nombres y cédulas para la aspiración del charista Eugenio Díaz a la Alcaldía. Lo convirtió oficialmente en un ‘líder’, el oficio que vio hacer toda la vida a su papá.
Díaz finalmente terminó yendo al Concejo y no a la Alcaldía, pero igual premió el trabajo del joven Laureano con un puesto como transportador de libros en una papelería familiar.
Más tarde, de nuevo gracias a sus oficios en el grupo de Máximo, el muchacho consiguió entrar al Concejo como sonidista: a principios de los 90, el hoy senador era el empleado encargado de arreglar y garantizar el funcionamiento de los micrófonos de los concejales de Barranquilla.  
Santos y el llamado gato volador.
Acuña junto a Jaime Pumarejo, el aliado al que los Char querían poner de Gobernador.
Entonces, el movimiento de Máximo Acuña estaba en todo su esplendor dentro del clan de los Char. Cuenta él mismo que ya sumaba más de 80 líderes de barrio trabajando para él y un buen número de cargos (concretados todos por los Char) en el sector público para ‘premiarlos’: tenía manipuladores de alimentos, aseadores, cocineras, vigilantes y hasta OPS en la Contraloría y la Personería.
Máximo, incluso, fue inscrito como cuarto renglón de Eugenio Díaz al Concejo.
Una pelea entre ellos dos, sin embargo, provocó el divorcio entre los hermanos Acuña y los Char, el retiro temporal de Máximo de la política y la disparada del gato, que terminó heredando ese grupo de 80 líderes y yéndose a donde los Gerlein.
Resulta que Díaz renunció al Concejo supuestamente para lanzarse a la Alcaldía con al apoyo de los Char. Máximo, que era su cuarto renglón, se entusiasmó con la posibilidad de heredar esa curul, debido a que el segundo renglón estaba impedido por ser contratista y al tercero de la lista -al parecer- no le interesaba llegar al Cabildo. Pero se generó el rompimiento cuando nadie en el charismo respaldó a Acuña en su idea.
Así es que su hermano menor Laureano toma las riendas del grupo de líderes de barrio que tenían y se muda a la orilla gerleinista, en donde había permanecido su papá.
En 2000, los Gerlein lanzan sin mayor expectativa al gato al Concejo y le entregan a su grupo cemento, bloques y tejas suficientes para conseguir unos tres mil votos para su curul. Buscadores de apoyos profesionales como son, los Acuña (el padre, Laureano, Máximo y los otros dos hermanos, que ya eran ‘líderes’) convierten esa ayuda en 8.400 respaldos, es decir, en la tercera votación de la ciudad.
“La ayuda venía contabilizada para conseguir tres mil votos. Por ejemplo, uno daba dos láminas de Eternit por voto, y así. Pero eso lo multiplicamos con gente que hasta nos fiaba su voto, porque nos querían mucho en muchos barrios. Por eso, después le empezaron a llamar a Laureano ‘el concejal fiao’”, recuerda un líder de los Acuña.
El “concejal fiao” se separó de los Gerlein menos de una semana después de haber llegado al Concejo. Tiempo después armó un bloque fuerte en el Cabildo, al que llamaron “el ciclón”, con los concejales Alejandro Munárriz (a quien la Procuraduría inhabilitó por no girar aportes parafiscales al ICBF cuando era presidente de la corporación, hoy candidato al Concejo de Cambio Radical), Eduardo Pulgar (actual senador de La U, otro cacique emergente) y Miguel Amín (también hoy senador de La U). Y comenzó a organizarse como un político sin jefes.
Laureano Acuña es el rey de las zonas populares de Barranquilla.
Un político que en 2007 sufrió un traspiés al no lograr repetir Concejo, pero que en 2010 consiguió volar hasta el Congreso de nuevo bajo la sombrilla de los Gerlein que lo llevaron como fórmula del Senador Roberto.
“Laureano no tiene discurso, no es un tipo preparado en la academia, pero es inteligente, es rápido, muy avispado. Cuando tú le hablas, él ya sabe para dónde vas”, nos dijo una persona que conoce bien al Congresista. De toda esa sagacidad hizo gala en ese primer paso por el Legislativo, al convertirse en uno de los privilegiados de la mermelada que entregó el Gobierno.
Una persona de su grupo nos contó que Acuña gestionó “unos 80 mil millones de pesos” en cupos indicativos que fueron invertidos en parte para pavimentar calles en los barrios que los vieron crecer a él  y a sus hermanos (Siete de Abril, Santa María, San Luis…). El mismo senador reconoció esa gestión de su tiempo como representante en una entrevista. No es difícil adivinar que, al igual que pasó con los ñoños de Córdoba, la mermelada se le convirtió en votos y explica de alguna manera su ascenso.
Un columnista conocedor, dos periodistas, un líder de barrio, dos congresistas y un político local, consultados por aparte, coinciden en que todo eso lo ha logrado porque es hoy “el mejor comprador de votos” de la región. Dos de sus simpatizantes opinan que, por el contrario, el político que se presenta como “el senador de los pobres” tiene el sincero apoyo de las clases populares porque está haciendo política entre ellos desde los 15 años, y aún hoy lo ven jugando billar con sus vecinos de toda la vida. Otros creen que es una mezcla de ambas razones.
Como sea, ahora que está en el Senado y maneja su propio barco, todo ese talento electoral del gato está jugando en estas regionales para Álex Char, a quien ya había apoyado en su primera Alcaldía hace ocho años.
La movida a donde el charismo generó malestar entre algunos cercanos del Congresista, que criticaron que en su elección pasada Char le hubiese aceptado los votos al gato volador y, una vez electo, en un discurso público en la zona suroccidental, lo hubiese acusado de ser “el taquillero mayor” de Barranquilla. Taquilleros les dicen a los compradores de votos.
La acusación de taquillero es negada por su hermano Máximo (con Laureano no pudimos hablar para esta historia, a pesar de que le insistimos en muchas ocasiones vía whatsapp).
“La taquilla no la hacemos nosotros. ¿Usted cree que la gente de aquí (del barrio) tiene para comprar votos? Son otros los que sacan sumas multimillonarias para comprar los votos. Nosotros somos actores sociales, no taquilleros”, nos dijo el concejal Acuña.    
Mientras, un líder muy cercano al gato, que no autorizó a ser citado, agregó: “Eso que le hizo Char a Laureano hace ocho años es como si yo te contrato para hacer un trabajo y luego te denuncio por hacerlo”.
En cualquier caso, el charismo y el laureanismo atlanticense vuelven a jugar juntos para este 25 de octubre. Dicen dos congresistas del departamento fuera de micrófonos y por aparte que en esa unión el primero le pone “la gasolina”, en referencia a la plata, al segundo para que consiga los votos. Más o menos lo describen como una suerte de outsourcing de los ‘servicios’ de Acuña.
“El gato tiene dos condiciones: extracción popular y habilidad para la compra. Le faltaba la plata”, afirmó uno de los dos congresistas que además comentó lo difícil que se está volviendo para muchos políticos hacer campaña en los estratos 1 y 2, en donde manda el grupo de Laureano.
Los temas de transacciones de billete, sin embargo, son prácticamente imposibles de confirmar y en esta ocasión La Silla no pudo hacerlo.
Habrá que ver hasta dónde se mantiene el vuelo de este felino y sus aliados y si su proyecto político se mantiene en el tiempo. Por ahora, su historia evidencia que el caciquismo y las formas tradicionales de hacer política están muy lejos de desaparecer en el Atlántico.

Por: La silla vacía

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