Nos quedamos sin muelle




En 1893, se construyó el muelle de Puerto Colombia, diseñado por el ingeniero cubano Francisco Javier Cisneros. Por ahí, pasaron millones de inmigrantes que buscaban asentarse en nuestros país. Por ahí, se forjaron sueños de una ciudad creciente y opulenta. Por ahí, con sus 4 mil pies de longitud, se consolidó el terminal marítimo más importante de Colombia.

Los vientos, el fuerte oleaje y un mantenimiento insuficiente han ido borrando, poco a poco, la imponencia de lo que nos permitió situarnos como la puerta de oro del país.

Luego de un inclemente invierno, en el 2009 ocurrió el primer derrumbe de un tramo de 200 metros. Poco a poco, pedacitos del muelle fueron quedando sepultados. En el 2012, otros 20 metros colapsaron. Hoy, ya no queda ni siquiera la imponente estructura amarilla que le daba la bienvenida a los visitantes.

Es realmente inaudito que una parte crucial de nuestra historia se haya ido desvaneciendo. Todos hablan, pero nadie parece apersonarse realmente del asunto.

¿Qué tiene que ocurrir para que realmente valoremos lo que, durante siglos, ha sido insignia de nuestra Región? ¿Qué hace falta para que la administración tome las riendas y valore realmente lo que el muelle de Puerto Colombia representa?

Despertaremos un día y ya no quedará nada. Solo la inmensidad del mar al que le hemos permitido borrar una parte de nuestra historia. Querremos actuar pero ya será tarde, nos habremos quedado, inevitablemente, sin muelle.

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